Al hablar de las relaciones con los demás usamos a menudo la expresión «poner límites». Nos referimos a poner límites a la conducta del otro. El foco está en las conductas y en el otro, en el afuera. El otro con su conducta me obliga a mí a ponerle límites. Poner límites a las peticiones excesivas de un jefe en el trabajo, a los comentarios y consejos de familiares, a la imposición de decisiones en la pareja, a la falta de colaboración de un compañero, etc.

La conducta y el otro son dos elementos en la ecuación de las relaciones. No son los únicos. Visibilizar los elementos mi identidad y mis creencias me da una perspectiva precisa, realista, profunda y concreta de lo que sucede. Me permite descubrir estos elementos en mí y actuar desde ellos. Traspasar la responsabilidad desde el afuera (el otro y las conductas) al adentro (las creencias de mi identidad) que es el terreno desde el que puedo actuar. Desde el afuera estoy en un discurso dramático de queja. Desde el adentro (incluyendo también el afuera) estoy en un discurso de comprensión y crecimiento. El discurso de queja conviene observarlo en nosotros porque lo jugamos constantemente y nos estanca en evitar el crecimiento. El discurso de comprensión nos lleva a asumir la responsabilidad y con él, nos permitimos crecer.

Así, en el ejemplo del trabajo, cuando por acumulación desde hace mucho tiempo, me veo ya obligado a poner límite a las peticiones excesivas del jefe, en realidad no sólo le pongo un límite a la conducta abusiva del otro, sino a las creencias de mi identidad que me han conducido hasta la situación presente. Creencias como «tanto trabajas, tanto vales», «las buenas personas se esfuerzan y dan mucho», «no soy suficiente y tengo que esforzarme».  Estas creencias me han ido conduciendo de forma invisible a lo largo del tiempo a ir asumiendo tareas que no son mías, hacer horas de más, renunciar a mis derechos, aceptar comentarios inaceptables…, es decir, a normalizar cosas que están en sintonía con estas creencias y que han sido mi punto ciego durante años. Si quiero cambiar desde el origen esta situación en mi vida, en realidad a lo que tengo que poner límite es a estas creencias en mi identidad. Si sólo le pongo limites a este jefe en concreto, pensando que él es la única causa de lo que ocurre, apareceran otros jefes y otras personas con un rol parecido. De hecho, lo más probable es que esta dinámica ya esté presente en diferentes ámbitos de mi vida, porque el problema no son únicamente «los otros» sino las creencias que, en punto ciego, me han llevado a jugar estas dinámicas de relación. Estas creencias son ejemplos, cada persona tiene que identificar y profundizar en sus creencias particulares. Esta perspectiva profundiza en nuestra psicología personal, sin que ello signifique en ningún momento justificar conductas inadecuadas de personas en el trabajo que también forman parte de esta realidad. Este ejemplo, con otros matices, se puede aplicar a relaciones en otros ámbitos como el familiar, la pareja y los amigos.

Poner límites a mis creencias implica cuestionar su lógica y reformularlas. Es el camino a una verdadera transformación en mí y, por tanto, en la forma de relacionarme. ¿Tanto trabajas tanto vales? ¿el trabajo te define? ¿las buenas personas son las que se esfuerzan sin límites? ¿no soy suficiente y tengo que esforzarme?. Estas creencias fueron adquiridas en mis vivencias familiares y a nivel social en la comunidad en la cultura en la que vivo.

Transformarlas en las mías propias más allá de lo aprendido. Por ejemplo «el trabajo es importante para mí y hacerlo en un intercambio equilibrado me proporciona bienestar y salud», «si no me siento suficiente tendré que cuestionarme por qué es así para atreverme a reconocer mis deseos y mi valor». Será el primer paso de muchos, para dar respuestas responsables conmigo mismo (y no sólo reaccionar a la conducta del otro) que incluyen transitar riesgos que nunca me he atrevido a tomar como que el otro se enfade si me posiciono, sentirme culpable por decir las cosas, que el otro no me reconozca, tomar un papel más activo, asumir las consecuencias de tomar decisiones en el día a día o incluso decidir plantearme un cambio de trabajo si la dinámica y politica de empresa es un techo que me limita y en el que yo limito mi posibilidades, etc. Implicarme en asumir la responsabilidad de mi vida para crecer.

27.02.2021