La culpa nos sirve para revisar si hemos realizado una conducta que ha dañado a otro y poder repararlo. Como todas las emociones nos ayuda a gestionar y regular nuestras relaciones. La culpa tiene gran presencia en nuestras vidas más allá de esta función, sobre todo por el paradigma religioso presente en nosotros aún de forma inconsciente.
El proceso de diferenciación e individuación de nuestra familia de origen es fundamental para lograr nuestro crecimiento como personas adultas y construir relaciones maduras. Es una diferenciación sobre todo en lo sutil (simbólico) y no en sólo en lo denso (físico) que también. En este proceso sutil la culpa está presente y proviene, como no, de nuestra lealtad a las creencias familiares inconscientes que nos habitan.
Cuando nos independizamos en lo físico y lo sutil a la par, una dosis de culpa y tristeza es natural, sentir que no viviremos más con nuestros padres y que nuestra relación con ellos se va a reformular. Esto se facilita cuando la función paterna de la familia (no solo del padre) ha dado el permiso a la persona para que tome sus decisiones y propulse su vida fuera del hogar.
La culpa puede ser mucho más intensa si las creencias famliares destacan el sacrificio a la familia por encima de lo demás, la creencia de que el amor paternal genera una deuda difícil de compensar o si en el imaginario familiar la persona se siente muy unida a uno de los progenitores. En estos casos, la función paterna familiar no da el permiso y propulsión al proyecto vital personal. Se agrava en situaciones en que la persona cumple desde hace años el rol de protector/mediador de la problemática familiar: rol de cuidador en la enfermedad de un familiar, rol de servir a la «gestión» de los continuos conflictos entre los padres o de proteger a la familia de un miembro que tenga problemas por ejemplo de alcoholismo. La persona se siente egoísta si piensa en sus proyectos personales y se paraliza. El desafío es adquirir conciencia de todo esto e implicarse en un proceso de cuestionar creencias, redefinir el concepto de egoísmo y tomar decisiones para avanzar hacia responsabilizarse de la propia vida. En la consulta, cuando esto es intenso y mantenido en el tiempo podemos ver como personas bastante jovenes en la veintena desarrollan procesos depresivos que son una señal para que la persona inicie este camino de diferenciación personal progresivamente.
El proyecto sentido, en constelaciones familiares, nos dice que la razón por la que nuestros padres decidieron concebirnos tiene una influencia importante en nuestra vida. Si el proyecto sentido apunta a una creencia como «esta será la hija que nos cuidará» estamos también ante un desafío mayor en el proceso de diferenciación de nuestra familia.
Muchas veces la persona sigue muy ligada a su familia de origen en lo sutil una vez que se ha independizado físicamente. En cierta medida la relación entre la familia de origen y la familia actual es algo que afecta a menudo. Si las personas continúan ligadas a las creencias y patrones familiares que hemos citado más arriba, estamos ante este desafío de diferenciación. Un hijo puede sentirse ligado a uno de los progenitores, lo que va a dificultar su relación con su pareja. Hay una confusión de roles y límites en los que hay que clarificarse. Este tema es tan extenso que podremos ampliarlo en otro post.
Muchas gracias por tu atención.
25.04.2021