Si la pregunta del título resuena a menudo en tu cabeza, en este post dispones de respuestas para clarificar tus intercambios de dar y recibir con los otros.
Cuando damos mucho en las relaciones con la sensación de no recibir en igual medida, llega un momento en que nos agotamos y nos decepcionamos de los demás. Es el momento de hacerse preguntas para comprender qué está pasando, qué nos ha llevado hasta ese punto y tomar la decisión de cambiar nuestros intercambios.
Dar mucho ya nos habla de un exceso, de una ausencia de equilibrio. Un exceso de ayuda al otro, de adelantarnos a sus necesidades, de sentirnos mal si no lo hacemos, de callarnos y asumir cuestiones ajenas para evitar conflictos, ser el eterno mediador en las disputas familiares, el que escucha las quejas de unos y otros de forma comprensiva, quién pone soluciones a todo, intenta complacer y ser buena persona… En este proceso nos hemos convertido en EL SALVADOR del entorno, el necesario, el cuidador.
Cuando hay este exceso en dar, detrás se esconde un concepto y vivencia del amor confundido como sobreprotección. Hay que dar el paso de reformular nuestro concepto del amor como equilibrio en el que ambas partes expresan sus necesidades y asumen la responsabilidad que les corresponde.
La clave es transitar de ser “el necesario para todo” a ser “el que dentro de lo posible y realista da al otro”, e incluye en la ecuación permitirse expresar sus necesidades y recibir. Cuando soy el necesario para el otro creo que le hago un bien pero en realidad le hago dependiente de mi y en esta dependencia me pongo por encima de la otra persona ejerciendo un exceso de control y olvidando que el otro tiene sus propios recursos. En la versión más perversa que el otro esté mal es lo que me hace a mi necesario. Y eso no es un amor inteligente. Es algo más parecido a la dependencia, el apego y la adicción.
El salvador en su dedicación al otro, de forma inconsciente consigue evitar sus desafíos emocionales y ocuparse de su propia vida. Esta es la “ganancia” que le mantiene en este rol, además del control sobre la situación ya mencionado. Estar pendiente de los otros es una manera de tapar la falla, aquello que en cada uno requiere ser atendido porque es el lugar a partir del cual crecer. De hecho, este post es una radiografía de aspectos importantes de la falla del “salvador”.
Comprender y observar todo lo dicho en uno mismo es un importante paso si nuestro deseo es crecer, requiere de honestidad, autoobservación e implicación. Tras la toma de conciencia llega el momento de aplicarlo, dar pasos concretos en las relaciones, de ponernos límites en nuestras conductas de ayuda. Cuando nos venga de forma reactiva el patrón de salvación, hacer un corte y ponernos un “no” a la conducta. Por ejemplo, si nos descubrimos adelantándonos a las necesidades del otro que no nos ha pedido ayuda, ponernos un “no” a hacerlo. A nivel emocional, transitaremos sentimientos de culpa que hay que contener y regular.
La otra parte de la ecuación es aprender a escuchar las necesidades propias y atenderlas. El desafío tiene que mucho que ver con aprender y permitirse recibir. Esto también requiere un proceso interno y una aplicación en acciones concretas.
Esta transformación es un proceso en el que nuestro “yo” nos va a tender diversas trampas, debemos estar pendientes de detectarlas y considerar sospechosas. Para evitar el cambio apelaremos a “es que yo soy asi y no puedo cambiar”; cuando nos escuchemos decir esto entender que es la trampa de la justificación, pues los patrones en base a los que hemos construido nuestra identidad pueden ser cuestionados y redefinidos cuando somos adultos. Sin irnos al otro extremo de pensar que esto es un “resultado” que conseguimos y ya está. No es así, es un proceso mucho más profundo que se va a repetir y en cada repetición tendremos la oportunidad de hacer una toma de conciencia y poner en marcha una acción. Otra trampa es “polarizarnos”, es decir, sentirnos victimas del otro e irnos al otro extremo y distanciarnos, incluso cortar relaciones con alguien con quien nos sentimos decepcionados. Es posible que en algunos casos sea una opción pero la mayoría de las veces separarnos del otro en lo físico como solución nos deja sin resolver el problema; afrontar con el otro conversaciones incómodas en las que hablar sobre cómo nos relacionamos y realizamos los intercambios puede ser una forma mucho más desafiante y funcional de abordar el problema.
En este post hay contenidos muchos aspectos importantes, que pueden ser la guía para observarlo en nosotros y desafiarnos, como hemos dicho en un proceso paso a paso, en el que con cada repetición del patrón nos damos la oportunidad de ver un cuadro más de la secuencia.
Muchas gracias por tu atención!
05-04-2022