La alegría en su expresión genuina nos conecta con la satisfacción del momento presente y nos envía una señal química de bienestar que nos informa de que nuestras metas y deseos se están cumpliendo.

Las emociones en el humano están filtradas por creencias que transforman su vivencia. Las emociones adquieren entonces el valor de usarlas como señales para tomar cociencia de cuales son nuestras creencias.

«Soy el motor de la familia, muchas veces veo que los otros reflejan como estoy yo, si yo estoy bien ellos están bien», «estoy triste y preocupada, pero si lo expreso me siento culpable de cargar a los demás, mejor no preocuparles», «Tengo que ser fuerte», «En mi familia yo siempre he sido la alegre y vital», «Los demás aprecian en mi la cualidad de la alegría», «La vida son dos días y no merece la pena estar triste», «Hay que vivir el presente y disfrutar».

Si mi identidad está codificada con estas creencias mi alegría no será genuina sino forzada: una tapadera con la que mostrarme a los demás y esconderme de mis otras emociones.

Esto no quiere decir que no haya que promover la alegría en nosotros.

Las emociones nos sirven como señales para tomar conciencia de las creencias inconscientes que hay detrás y guían nuestra vida. Así puedo cuestionarlas y elegir conscientemente de forma más funcional para mi y mi entorno.

Algunas preguntas a modo de ejercicio: ¿Qué es la alegría para mí?, ¿Qué aprendí en mi casa que es la alegría? ¿Cuándo y en que situaciones suelo sentirla?, ¿La siento en el cuerpo?, ¿La expreso a los demás?, ¿Qué otra emociones suelo sentir?, ¿las rechazo?, ¿las permito?.

Gracias por tu atención,

31-10-2021